lunes, 13 de febrero de 2012

Κυεντο δε βανιδαδ (Cuento de vanidad)




(Pof) (pof)…

Aparecieron en la plaza de Syntagma. Un panorama desolador se extendía a lo largo y ancho. «Estás contemplando el porvenir», le susurró el Espíritu del Futuro. Un frío le recorrió las carnes. Entre vaivenes de bolsas de plástico y hojas de periódicos viejos, un zombi se acercaba arrastrando los pies. Al llegar a su altura, el zombi levantó los brazos y clamando al cielo, dijo:

—Σολο σε κε νο τενγο ναδα —sólo sé que no tengo nada.

Y tras ello, el zombi continuó su deambular errático hacia ninguna parte.

«Sígueme», le instó el Espíritu del Futuro. Avanzaron entre lo que algún día fue la Biblioteca Nacional de Atenas, convertida en ruinas. Con dubitativo dedo, señaló hacia la base de las columnas de la fachada principal, lo único que quedaba en pie. «El resto se puede contemplar en el Museo Germánico», aclaró el Espíritu del Futuro. «Pero todavía conserva algunos documentos. Entra y consulta lo que necesites saber».

Con paso trémulo, se acercó hasta la zombi bibliotecaria. Sentada sobre una pila de libros polvorientos, se balanceaba y repetía constantemente:

—Νο τε πυεδεσ μετερ δοσ βεθεσ εν ελ μισμο λιο —no te puedes meter dos veces en el mismo lío.

Le costó varias preguntas inútiles y un largo deambular entre los estantes derruidos, pero finalmente, dio con lo que necesitaba saber. Abrió la polvorienta encuadernación y leyó expectante…

(Pof)…

Marianico se despertó agitado. No podía quitarse de la cabeza lo que acababa de leer en la Biblioteca Nacional de Atenas. Convocó rápidamente un consejo de ministros. Cuando los tuvo a todos reunidos les dijo:

—He visto el futuro que nos espera y… Podemos estar tranquilos. ¡El Madrid ganará la liga!




Referencias:


Fotografía: http://www.sxc.hu/photo/649809

jueves, 9 de febrero de 2012

Los 4 poderes del estado


La profesora Berta se situó delante de los cinco hologramas que tenía por alumnos. Por un momento, tuvo un repente de pánico y no se sintió capaz de controlar a tal número, pero tras una serie de respiraciones abdominales, logró serenarse. La veteranía era un grado. Literalmente, impartido por la Universidad Autóctona, a 300.000 euros la matrícula. Cómo echaba de menos los tiempos en los que el número máximo de hologramas permitidos por clase no pasaba de la pareja. Aquello había sido hacía ya tiempo, en los años posteriores a la Última Constitución. Ahora, el número de ricos capaces de permitirse conectar a sus hijos a la Escuela Púdica se había prácticamente triplicado.

—Fermín Augusto Aguirre Aguirre —dijo—, salga usted a la palestra.

El holograma de Fermín flotó hasta la cabecera del aula, depositó un emoticono con una sonrisa sobre la mesa de la profesora y se puso firme, a la espera de las preguntas.

—¿Cuál es la fecha de nuestra Última Constitución?

—Veintiunodediciembrededosmildoce —recitó Fermín de carrerilla—. Fecha también conocida como el fin del mundo pobre.

—¿Cuál es el artículo más importante de nuestra Última Constitución?

—Elartículonueve —continuó el niño.

—Que dice…

—Que dice que los poderes del estado son cuatro.

—¿Cuáles?

—El legislativo, compuesto por los consejeros de las empresas más importantes; el ejecutivo, liderado por el presidente de la compañía que obtuvo más beneficios en la legislatura anterior; el judicial, integrado por los abogados de las marcas comerciales más relevantes; y el financiero, constituido por los principales banqueros.

—¿Cuál es la función de cada uno?

—El poder legislativo dicta las leyes, el ejecutivo disuelve manifestaciones, el judicial no hace nada y el financiero dice lo que tienen que hacer los otros tres.

—¡Muy bien! —Exclamó la profesora Berta, satisfecha. Tenía suerte con el grupo que le había tocado. Sus padres iban a estar muy satisfechos de lo bien invertidos que estaban los 3.500 euros mensuales que costaba la Escuela Púdica.

domingo, 5 de febrero de 2012

Alfredito, elegido delegado




La profesora Gertrudis se dirigió al niño de gafas de la pizarra. «Cuenta los votos, por favor», le dijo, y el niño se subió las lentes con el dedo índice y comenzó a garabatear palitos. Lo cierto era que a la profesora le costaba recordar el nombre de aquel niño. Sabía que era de los más pequeños, probablemente, nacido el mes de diciembre, que apenas hablaba en clase, quizás acobardado por el griterío de los más mayores, que no era popular entre las niñas, casi con seguridad, por las muchas dioptrías que se acumulaban en las gruesas gafas, y que era nuevo, acababa de llegar al colegio aquel año. Sin embargo, era aplicado, listo y responsable. Por eso lo escogía para las tareas delicadas en cuanto tenía ocasión.

—El resultado de la votación ha sido —dijo finalmente el niño—, 12 votos para Alfredín y 11 para Carmiña.

La profesora hizo un gesto de fastidio muy mal disimulado. Alfredín era el repetidor de la clase, el más grande y el mejor jugador de fútbol en el recreo. Carmiña era habitual colaboradora en el periódico de la escuela y buena estudiante, aunque algo repipi. Durante el curso anterior, también habían sido los únicos en presentarse para delegado y subdelegado. El resultado fue desastroso. Ninguno de los dos fue capaz mantener el orden de la clase durante las ausencias de la profesora, cada niño acababa hablando por su cuenta y el aula se convertía en una jaula de grillos.

—¡No se vale! —Gritó Carmiña—. Seguro que ese tonto no sabe ni contar. Quiero un recuento.

—Contar es lo único que sabe —replicó Alfredín—, porque pintar, no pinta nada. Lo que te pasa es que no sabes perder.

Y en ese momento, la clase estalló en acusaciones entre partidarios de uno y de otro. La profesora Gertrudis se llevó la mano a la cabeza mientras murmuraba «qué año me espera. Otra vez igual». Intentó poner orden, levantó la voz, golpeó varias veces la mesa con el borrador, pero los niños seguían revolucionados. Instintivamente, volvió la cabeza hacia el niño de la pizarra. Era el único que permanecía en su puesto, callado y firme. Ninguna de las acusaciones que le acababan de lanzar públicamente, parecían haberle afectado lo más mínimo. «Quizás…».

—¿Por qué no te presentas tú para delegado? —Preguntó la profesora.

El niño de las gafas volvió la cabeza lentamente hacia la profesora, y con una total parsimonia, señaló a la clase que berreaba delante de él y dijo:

—No tengo ninguna posibilidad.


miércoles, 1 de febrero de 2012

Educación inCívica y antiConstitucional


Viñeta de Erlich - El País 01-02-2012


—Jaimito, ¿qué has hecho hoy en clase?

—He desaprendido lo que me enseñaron ayer y me han enseñado lo que aprenderé mañana.


domingo, 29 de enero de 2012

Limonair, negocio insostenible




Joanic y Jordiet babeaban en el escaparate de la tienda de videojuegos. El nuevo Super Mortal Fight VII: sin escrúpulos ni censura acababa de salir al módico precio de 69,99 €. Al llegar a casa, rompieron el cerdito que compartían como buenos hermanos y constataron que los ahorros de su vida ascendían a 13,28 €. «¿Sabes?», dijo Jordiet, «que si los invertimos en preparar limonada y la vendemos el domingo a la salida de misa, podemos ganar para comprarnos el juego». Joanic respondió ilusionado. «Sí, limonada con gas. Y la llamaremos Limonair».

El papá de Joanic y Jordiet, orgulloso ante la iniciativa de sus hijos y de lo que iba a fardar ante sus compañeros en el club de golf, los acompañó al supermercado a comprar las garrafas de agua, los limones, el azúcar y el bicarbonato. Cuando la cajera expendió el ticket por un importe de 32,50 €, el papá guiñó un ojo a sus hijitos y se hizo cargo de la cuenta.

La mamá de Joanic y Jordiet, emocionada ante el servicio que sus hijos iban a ofrecer a los feligreses a la salida de la liturgia, los llevó a la sección de manualidades de unos grandes almacenes e hizo acopio de cartulinas, papel charol en varias tonalidades de azul, rotuladores, tijeras, grapadora, pegamento, purpurina y varias pegatinas con forma de estrella, todo por un importe de 72,80 €.

La tarde del sábado, la pasaron, el papá, serrando varias tablas viejas que tenía por el garaje, para montar un pequeño tenderete con ellas, la mamá, exprimiendo limones y preparando la limonada en garrafas, y Joanic y Jordiet, pintarrajeando en las cartulinas «bendemos limonair a 1 euro» y desperdiciando purpurina y estrellas. Pero todo dio su fruto el domingo, cuando los devotos guardaron cola para comprar la limonada de los niños.

De regreso a casa, hicieron cuentas. Habían sacado 62,00 €, que sumados a los 13,28 € que todavía guardaban del cerdito, daban un total de 75,28 €. «¡Suficiente para el videojuego!», exclamó Jordiet. «¡Sí! ¡Y nos sobra! ¡Qué bien lo hemos hecho!», corroboró Joanic, «mañana nos lo compramos».

«¿Sabes? El mes que viene sale el Supreme Violence III: ahora es global. Si conseguimos ahorrar otros 10,00 € y vendemos galletas en el club de golf de papá, nos lo podremos comprar».

«Seguro».




Referencias: